Apenas teníamos una mañana para dedicarla a Kamakura, una ciudad repleta de preciosos templos.
Como era domingo, la ciudad estaba inundada de turistas. Llegamos a la estación y casi no tengo casillero para dejar mi mochila. (Absolutamente en todas las estaciones de Japón hay taquillas de diferentes tamaños, cosa que valoramos mucho los que llevamos la casa a cuestas). Tuve que dejarlo en uno más grande, 500 yenes por dejar la mochila, es decir unos 5 €.
A continuación fuimos a la oficina de información turística de la estación y enseguida nos dieron planos y toda la información necesaria, y nos pusimos en marcha. Esta es mi visión de Kamakura.
El Daibutsu con la segunda más grande imagen de Buda de Japón (después del que ya vimos en Nara) es un punto obligado de visita en Kamakura.
Antes del tsunami de 1495 la imagen estaba ubicada en un hall, pero el tsunami se lo llevó y ahora está al aire libre. El Buda es de bronce, pesa unas 850 toneladas y mide 11,4 metros.
También visitamos dos templos más, el santuario Tsurugaoka Hachiman-gu y el Kencho-ji. El santuario estaba lleno de gente y lo vimos muy rápido. Seguro que nos dejamos algo, aunque no la sorprendente vista de la ciudad. Pero en el Kencho-ji nos detuvimos.
Había poca gente y lo pudimos disfrutar, tiene unos árboles increíbles, y por la parte de atrás un jardín hiperverde y muy zen. Te sientas en la barandilla del templo y no te cansas de admirar ese verde adictivo. Me gustó este sitio. La verdad que hay muchos templos en Japón, a veces resulta cansado pero hay que reconocer que son todos distintos. No hay dos ni parecidos, sobretodo lo que los rodea. Por dentro suelen estar bastante pelados, algunos parecen más habituales de los fieles y tienen algunas comodidades, pero nada de valor histórico relevante. Lo imponente suele ser el edifico y los jardines que lo rodean. Muchos de los templos son de madera, por no decir todos, estructuras impresionantes, y luego... esos jardines, esos árboles, esos estanques, en perfecto estado y con pequeños detalles….son encantadores. Te hipnotizan...
Mirad que monería! Una gracia, estaba la niña guapísima con ese kimono lleno de color. Y encima nos regala una sonrisa que ya véis...
La ciudad rebosaba vida, gente por las calles, tiendas de comida abiertas, muchas de ellas permitían probar los productos que ofrecían. Nos pusimos a probar... todo estaba buenísmo, hay una especie de frutos secos rebozados con sabor dulce que me encantaron. Luego puestecitos de comida en la calle, como el de las sardinas. Y bastantes personas con kimono. Me gusta el kimono, sobretodo con colores, aunque no sé cómo pueden andar con esas chanclas. Por supuesto los calcetines son especiales, como una especie de manopla en los pies, con la separación del dedo gordo del resto. Yo les pido una foto y ellos encantados de posar conmigo. Al menos, eso parece.
Y por último una cosa curiosa , el bar Valencia. Me quedé con las ganas de entrar a preguntar quien era de Valencia, pero íbamos fatal de tiempo y si no no podíamos ver el siguiente templo, así que lo dejé para la próxima, como otras cosas que tengo pendientes en Kamakura y que os contaré en el próximo viaje ;-))
Escribir comentario